1/2/09

FARABUNDO MARTÍ EL HOMBRE QUE CAMBIÓ LA HISTORIA (PARTE 5 FIN)

El gobierno, en un boletín explicativo de las capturas realizadas y de las medidas adoptadas, consignaba que el Partido Comunista había puesto ya en práctica sus planes de "subversión", "...grupos de trabajadores labriegos --decía-- azuzados por los catequistas rojos, se rebelaron contra sus patronos exigiéndoles mayor salario y mejores condiciones de vida , y como si esto no fuera ya una manifestación clara y contundente de los propósitos de violar el estado legal y social de las relaciones entre el capital y el trabajo, hace dos noches, como es del conocimiento público por las amplias informaciones dada por los órganos de la prensa nacional, fue descubierto un plan revolucionario en el cual se pretendía tomarse por asalto uno de los cuarteles de esta capital...". En base a tales motivos, el boletín gubernamental explica que "se ha visto obligado a decretar disposiciones drásticas que repriman los brotes aislados del comunismo que ya empiezan a manifestarse en diversos sectores de la república", y finalizaba informando que ya "se tiene en estudio una serie de disposiciones tendientes a armonizar los intereses del capital y el trabajo, a fin de resolver favorablemente par ambos factores del conglomerado los conflictos surgidos entre estas entidades con motivo de la crisis mundial y el antagonismo de intereses, que en esta época se enfrentan en todas partes del mundo". Esta última parte es digna de subrayarse, puesto que se advierte que el régimen no estaba totalmente ciego acerca de las verdaderas causas de la agitación en el país y de las profundas raíces del descontento general. El dato referente a que se tenía en estudio una serie de medidas laborales, no pasaron de ser un mero enunciado para salir del paso, puesto que durante la tiranía del general Martínez el sindicalismo fue perseguido encarnizadamente y toda lucha reivindicativa se tomaba como sinónimo de agitación comunista.
En horas de la noche del 20 de enero, la dirección del Partido Comunista se reúne. Se discuten opiniones encontradas. Una de ellas se contraía a suspender el levantamiento, señalado en forma definitiva para el día siguiente. Se aducía que con ello se evitaría el fusilamiento de Martí, Luna y Zapata, así como de numerosos camaradas que estaban encarcelados, que con la captura del primero de los mencionados, los planes se habían puesto al descubierto. Llegado el momento de tomar la decisión, ésta se inclina por la prosecución del plan, aunque tomándose algunas medidas que variaban aspectos tácticos del levantamiento. Tales medidas no pudieron ser comunicadas a las bases. En apoyo de la decisión se adujo que dar una contraorden de suspensión de la insurrección era imposible, puesto que las masas lo interpretarían como una traición. Y que emisario que llevara al conocimiento de las bases un decisión de suspensión podría decirse que era hombre que iba al suicidio, por el enardecimiento de los ánimos.

A las doce de la noche del 22 de enero de 1932 estalla el levantamiento. Miles de campesinos, armados con fusiles, que de por cierto habían sido donados por simpatizantes del gobierno derrocado, armados con machetes, aperos de labranza y pocas armas de fuego, escopetas en su mayoría, se toman en el transcurso del día 22, varias poblaciones de los departamentos de Sonsonate y Ahuachapán. En las afueras de Nueva San Salvador, se lucha encarnizadamente. Desde los primeros momentos las fuerzas insurrectas corroboraron en la práctica lo que ya era de su conocimiento: las tropas regulares avisadas con anticipación, movilizadas, reforzadas y puestas en orden de alerta tenían una aplastante superioridad de fuego y gran disciplina. Pese al arrojo, temeridad y audacia de los insurgentes, éstos carecieron de adecuada dirección y control militares y fueron rechazados en los asaltos a las principales plazas fuertes y posteriormente, desplazados.

Algunos líderes fueron asesinados y otros huyeron. Las “tartamudas” del Ejército y la Guardia Nacional no se hacen esperar. Entre los días 24 y 25, las fuerzas militares gubernamentales entran en Nahuizalco, Juayúa, Ahuachapán y Tacuba. Mientras tanto, los norteamericanos e ingleses movilizaban buques de guerra para prestar apoyo al general Hernández Martínez; proponiéndole un desembarco de tropas en La Libertad para ayudar en la represión. Con toda la soberbia del dictador sanguinario, Hernández Martínez, una vez que se cerciora del éxito de las “Operaciones de Pacificación”, envía a los almirantes yanquis e ingleses un telegrama que con el siguiente texto: “En saludo a honorables comandantes declaramos situación absolutamente dominada fuerzas gobierno El Salvador. Garantizadas vidas propiedades ciudadanos extranjeros acogidos y respetuosos leyes de la República. La paz está establecida en El Salvador. Ofensiva comunista desechada sus formidables núcleos dispersos. Hasta hoy cuarto día de operaciones están liquidados cuatro mil ochocientos comunistas”. Según distintos historiadores el saldo de la rebelión de 1932 fue de entre 5.000 a 30.000 muertos con un igual número de desaparecidos.

La masacre antiindígena, antiobrera, anticampesina y anticomunista cometida por el Gral Martinéz fue removida de la Librería Nacional, criminal que barrio casi al exterminio la cultura indigena, pero que no se ha borrado ni se borrara de la memoria del pueblo salvadoreño. Raymond Bonner escribe " Hoteles fueron rodeados y cateados, e individuos con cabello rubio fueron sacados y ejecutados inmediatamente por temor a que fuesen rusos. Miles de hombres fueron atados y luego ejecutados a sangre fría en tumbas que ellos mismo eran obligados a cavar". El Gral Martínez, en su creencia filosófica que llevaba decía, "es mayor el crimen de matar a una hormiga que aun hombre, porque cuando un hombre muere regresa reencarnado, pero cuando una hormiga muere, muere para siempre".

Tres días después, el levantamiento había sido dominado. Los insurgentes muertos en combate no fueron muchos. Fue la carnicería desatada después de las acciones armadas por las llamadas fuerzas expedicionarias del gobierno, la que centuplicó las víctimas de la represión, hasta transformarse en uno de los genocidios más grandes que conoce la historia de América Latina.
En los escenarios de la insurrección, todo varón mayor de 18 años que se le encontrase sospechoso de haber participado en los hechos, fue fusilado sin formación de causa. Por su parte, la gran burguesía, con el apoyo de capas medias urbanas, organizó sus propias guardias blancas a las que llamó "Guardia Cívica" encargada de de reforzar al ejército. La "Guardia Cívica", integrada en su mayoría por señoritos de la alta sociedad, no estuvo muy a la zaga, en cuanto a ferocidad se refiere, a las tropas regulares. En sus escasos meses de existencia, asesinaron a muchísimos campesinos, obreros y estudiantes. Se cuenta por centenares los casos de asesinatos, impulsados por venganzas personales de violaciones de mujeres del pueblo, de ultrajes a niños y ancianos. Sus fechorías eran relatadas, entre sorbo y sorbo de whisky, como hazañas heroicas en los clubs exclusivos.
La burguesía estuvo presta, movilizada por el temor al levantamiento a proveer al gobierno de fuertes sumas de dinero para afrontar los gastos que fueran necesario para aplastarlo.
Según testimonios de personas no comunistas, las supuestas víctimas hechas por la insurrección en la zona occidental del país, no fueron muchas. Entre éstos se contaban enemigos activos y acérrimos del campesinado. Su muerte, constituyó, propiamente hablando, un ajusticiamiento revolucionario. Otras, las menos, murieron en choques armados. Sin embargo, los boletines oficiales, los únicos que podían publicar la prensa, exageraron en forma interesada y calumniosa los inexistentes desmanes y crímenes de los insurrectos, para impresionar a la oligarquía, aterrorizar a otras capas de la población y justificar, finalmente, la inútil masacre de miles de obreros, campesinos y estudiantes. Durante la perpetración del genocidio, se tendió un cortina de metralla en la zona. A ningún periodista se le dio oportunidad de llegar a los escenarios del levantamiento, no por su seguridad, sino en atención a que se deseaba ocultar el asesinato colectivo que se estaba realizando de parte de las fuerzas represivas.
Testigos que vivieron el terror implantado por las fuerzas expedicionarias, relatan todas las atrocidades y fechorías cometidas por estas. No sólo se dedicaron a segar vidas indiscriminadamente sino que también estupraron y violaron a mujeres del pueblo y entraron a saquear en las poblaciones en donde se iba venciendo la resistencia armada.
El siguiente episodio, que paso a relatar con algún detalle, nos muestra el ritmo que se imprimió al genocidio en la zona occidental del país. En los últimos días del mes de enero, fondearon en el puerto de Acajutla tres barcos de guerra: el Rochester, norteamericano; el Skeena y el Vancouver, ingleses. Los responsables de las referidas unidades manifestaron que traian la misión de proteger los intereses de sus connacionales, ofreciendo desembarcar a sus "marines" para ayudar a la represión de los alzados.
En entrevista sostenida por el Jefe de Operaciones de la zona occidental, general de División José Tomás Calderón (alias "chaquetilla") con el periodista guatemalteco Joaquin Méndez, hijo, aquél declaró: "Llegué a Acajutla el 29 de enero, a las diez y treinta de la mañana. El comandante del puerto me informó que un señalero inglés apostado en tierra, ya estaba anunciando a los barcos de guerra, que yo llegaba al puerto, y me repitió sus sospechas de que una amenaza cualquiera de ataque motivaría el desembarque de marinos, pues parecía que no tenían confianza de que se había dominado el movimiento comunista. Esto me indujo a hacer una visita de inspección a las oficinas del muelle, encontrando allí a un capitán de infanteria de marina, quien me fue presentado por el Vice Cónsul inglés. Estando en ese lugar, y por lo que en correcto castellano me dijo el capitán inglés, deduje que en los barcos de guerra no se creía que el gobierno dominara la situación. Y pensando que era necesario llevarles la confianza plena de que el gobierno garantiza eficientemente el orden de todo el país y que la amenaza comunista ya tocaba a su fin, formulé un despacho para transmitirlo por señales a los barcos, diciendo: "El Jefe de Operaciones de la zona occidental de la República, General de División José Tomás Calderón, saluda atentamente a nombre del gobierno del general Martínez y en el suyo propio, al Almirante Smith y Comandante Bradeur, de los barcos de guerra Rochester, Skeena y Vancouver, y se complace en comunicarles que la paz en El Salvador está restablecida; que la ofensiva comunista ha sido totalmente abatida y dispersa y que se llegará a la completa exterminación. Que ya están liquidados cuatro mil ochocientos bolcheviques".
El escritor costarricense Vicente Sáenz tuvo oportunidad de entrevistar al general Martínez en el mes de enero de 1933. En su libro "Rompiendo Cadenas", asegura que el tirano, ante los cálculos que se hicieron en el extranjero sobre los muertos en una semana de exterminio, los cuales se elevaban a 12.000 personas, contestó: "Han exagerado la cifra total los periódicos extranjeros. Yo mismo lo se con exactitud. Pero calculo que apenas llegarían a 4.000".
Por su parte William Krehm quien como corresponsal de la revista "Time" habló con el general Martínez, en su obra "Democracia y Tiranías en el Caribe", dice que el presidente le declaró que el número de víctimas no había pasado de 2,000 o un poquito más. Krehn, por su parte, calcula que no fueron menos de 10,000.
En nota al pie de página del libro de Vicente Sáenz, ya mencionado, se dice: "Otros autores, incluso funcionarios civiles y jefes militares salvadoreños, bien enterados de tan horrenda carnicería, han hablado de cifras todavía mayores (que la estimada por Krehm, N. de A.), incluyó a multitudes de campesinos desaparecidos, que nunca volvieron a su hogar".

30 DE ENERO JUSGAN A MARTI, ZAPATA Y LUNA

A las seis de la tarde del 30 de enero, se instala el Tribunal Militar que conocerá, en Consejo de Guerra, la causa incoada contra Agustín Farabundo Martí, Alfonso Luna y Mario Zapata. La sala de la Penitenciaría Central, en que se lleva a cabo el juicio, se llena de oficiales del ejército especialmente invitados, "ansiosos de ver cuál sería el fin que tenia este proceso", según crónica periodística.
Casi a las siete de la noche empieza la lectura de las piezas del proceso, la cual termina cuatro horas después, comenzando, a continuación, los debates entre la acusación y la defensa. El Fiscal militar pide "en nombre de la sociedad", "de los numerosos hogares que se encuentran de luto", "en nombre del pueblo", "cuyo prestigio en el exterior se ve decaído" por las "alteraciones del orden", la pena de muerte para los tres procesados.
Martí no quiso defenderse. Cuando habló sólo lo hizo para manifestar que se trataba de un proceso de una clase contra otra clase y, fiel y solidario con sus camaradas hasta el último instante, alegó la inocencia de éstos y proclamó que él era el único responsable de la insurrección a pesar de que con ello no pretendía desconocer la autoridad y dirección del Comité Central del Partido Comunista. Por otra parte, sostiene que si se defendiera estaría justificando su muerte y que, además, no tiene el propósito de echar mano de las leyes a las que ha combatido toda su vida.
Llega el turno a Luna y Zapata. Tanto uno como otro explican y justifican el papel que dentro del movimiento comunista les ha correspondido. A su vez, el estudiante de derecho, bachiller René Padilla y Velasco, la única persona que aceptara defender a los enjuiciados, aduce inútilmente, dentro de aquella farsa montada ex profesamente para legalizar un fallo fatal, argumentos jurídicos que evitaran la pena de muerte.
A la una de la madrugada del siguiente dia, finalizan los alegatos. Seguidamente, el Consejo de Guerra se reúne para deliberar en privado. Durante las horas que ocupan las deliberaciones, los tres enjuiciados observan calma y dignidad.
A las seis y media de la mañana, se da a conocer el fallo del Consejo de Guerra: Martí, Luna y Zapata son condenados a muerte por fusilación, por los delitos de sedición y rebelión. La lectura del acta es escuchada por los condenados con plena serenidad.
El defensor echa mano del último recurso legal que le queda: apela ante el presidente de la República, general Martínez, en cuyas manos está la decisión final de conmutar la pena capital por otra de menor jerarquía penal. Sin embargo el tirano firma, poco después que le es presentado el recurso, su denegatoria del indulto. En los rostros de los condenados no se trasluce ninguna manifestación de temor frente al fallo definitivo. Una crónica periodística anota que después que termina la notificación Luna expresa: "Martí es como Sócrates, yo reconozco en él a mi maestro y dirigiéndose a Martí, le pregunta: ¿Reconoce usted en mi a su discípulo? Martí, con voz pausada, responde: "Si reconozco en ti a mi discípulo. Ahora vamos a morir juntos los tres". Zapata se mantuvo callado.
Parte de ese lapso breve de vida que le queda, Martí lo destina para recordar la figura del General Sandino, explicando que su separación del gran guerrillero estuvo impulsado por el hecho de que Sandino entró en relaciones con el ex-presidente de México, señor Emilio Portes Gil y, posteriormente, con el sucesor de éste, a los cuales califica de agentes del imperialismo. Afirma Martí que ellos trataron de separar a Sandino de la Liga de Defensa anti-imperialista, agregando que esta organización propuso en una oportunidad al patriota nicaragüense gastos de viaje y de permanencia en Europa, por un año, a fin de que conociera el antiguo continente y se percatara mejor de lo que ocurría en América y, especialmente en Nicaragua, pero que Sandino no aceptó tal proposición, porque esperaba armamento mexicano, necesario para reanudar la lucha contra la marinería norteamericana. "Por esto me separé de Sandino", añadía Martí, manifestando además, ". En ese tiempo yo ya era comunista y comprendí que Sandino ni entonces, ni después seria comunista". Y terminaba: "En estos momentos en que estoy a dos pasos de la muerte quiero declarar categóricamente que creo en Sandino, que no se ha vendido a los americanos y que es un hombre sincero. Cuanto se ha dicho de él con respecto a que se ha vendido, es completamente falso, pues Sandino es uno de los pocos patriotas que hay en el mundo. Yo he permanecido unido a él a través de la distancia y del tiempo y se me separé de él fue porque se dejó engañar por los agentes del imperialismo que pretenden su exterminio".

FUSILAN A MARTI, ZAPATA Y LUNA

Un consejo de guerra presidido por el general Manuel Antonio Castañeda juzgó y condenó a Agustín Farabundo Martí y a los líderes estudiantiles Alfonso Luna Calderón y Mario Zapata a morir fusilados en el Cementerio General de San Salvador, previo traslado desde sus celdas en la Penitenciaría Central.
La noche del 31 de enero, Martí, Luna y Zapata la pasaron, tranquilos, aunque sin dormir. Cuando sonaron las cinco de la mañana del siguiente día, primero de febrero, recogieron algunos pocos objetos personales y, luego, se pusieron frente a la puerta de la celda esperando su apertura. De Martí y de Luna ningún familiar llegó a despedirse.
Se marca el momento de la conducción de los sentenciados al sitio de ejecución. Estos son introducidos en un coche celular de la policía. La marcha, según apunta una crónica periodística, la abrían carros con oficiales del ejército, seguía un vehículo con los condenados, luego un carro con algunos de la Escuela Militar, después camionetas con guardias nacionales y dos camiones con tropa armada de ametralladoras y, cerrando la columna, más carros con miembros del ejército.
A las siete y cinco desemboca la columna en la explanada situada al norte del Cementerio General. Se forma el cuadro de fusileros que debía ejecutar la sentencia. Vuélese, por tercera vez a dársele lectura a la sentencia y, terminada, el secretario particular del general Martínez, señor Jacinto Castellanos Rivas, abraza, separadamente a Martí, a Luna y a Zapata. Esta definitiva, como dramática despedida, obedecía a un deseo de los condenados, manifestado al señor Castellanos Rivas, en forma muy íntima. Martí, Luna y Zapata querían que fuera él la última persona a quien abrazaran, y fue en su calidad de amigo, y no como funcionario de Casa Presidencial, que estuvo acompañándolos hasta el último instante.
A las siete y doce minutos se separan las personas que se hallaban acompañando a los condenados a muerte. El último en dejarlos es el sacerdote católico, Pedro Jesús Prieto Villafañe. Contrariamente a como lo informaron algunos diarios de la época, Martí, Luna y Zapata no hicieron confesión religiosa ni ningún acto de contrición. El Padre Prieto Villafañe sabía perfectamente que no le era posible, ni aún en el mismo instante, esperar ninguna confesión religiosa de ellos. Su asistencia, hasta el final del drama, obedecía, según testimonios fehacientes, a sentimientos ya no religiosos o de mero confesor, que está oportuno a prestar auxilios espirituales, sino humanos, se simpatía y admiración. Estos habían nacido desde hacía algún tiempo, en contacto personal muy estrecho del propio sacerdote y Agustín Farabundo Martí.
Martí pide, a nombre de sus compañeros, que no se les vende los ojos, que les fusilen de frente disparándoles al pecho.
En el último instante, y casi a la par de las voces de mando del oficial que dirige el pelotón de fusileros, Martí, con firmeza, empieza un "Viva el Soco..." que así queda, incompleto, porque la descarga de los fusileros lo apaga. Caen abatidos los tres comunistas. Son las siete y cuarto de la mañana. Al contrario de los demás la muerte llega lentamente para el camarada Zapata...Allí cayeron, bajo las balas asesinas del pelotón de fusilamiento, con la dignidad de los héroes revolucionarios.

El 1 de febrero Martí fue ejecutado junto a Luna y Zapata, por un escuadrón del ejercito asesino y represivo....Pero Farabundo no murió ese día, hoy vive y será siempre la inspiración y guía de los revolucionarios que buscan la transformación total de El Salvador.

Martí fue encarcelado varias veces, varias veces se puso en huelga de hambre y varias veces fue expulsado del país, pero siempre estuvo presente en la lucha. Su nombradía fue más en América y en el mundo. Su ejecución, el primero de febrero de 1932, causó un profundo dolor en el pueblo salvadoreño y centroamericano, quien lamento con llanto silencioso la ejecución del camarada.

En esta forma terminó la etapa secuente y apasionada de actividad revolucionaria, la cual duraría trece años, interrumpida definitivamente por su trágica muerte, del compañero Farabundo Martí. Grandes cuadros perdió El Salvador en esa época represiva, tales son los casos de Martí, Luna, Zapata, Rivas, Hidalgo, Angulo,etc

Agustín Farabundo Martí fue un auténtico internacionalista que, de cara al sol, arremetió contra la reacción salvadoreña y centroamericana y contra el imperialismo yanqui opresor de muchos pueblos. Agustín Farabundo Martí pertenece a la generación de revolucionarios internacionalistas y a la constelación de las grandes figuras empreñadas en transformar la sociedad latinoamericana. Donde quiera que llegaba se destacaba como líder revolucionario, internacionalista y antiimperialista.

En Martí, según testimonio de camaradas que le conocieron, se combinaban características morales raras en individuos de su extracción social, Agustín Farabundo, quien fuera apodado cariñosamente por sus compañeros de lucha "el Negro Martí", por lo oscuro de su piel, era de estatura regular y de complexión atlética. Su tez curtida por el sol y las intemperies, no tenia diferencia alguna con la del hombre común de nuestro pueblo.

El viernes, 5 de febrero, en “El Diario de El Salvador” aparece el siguiente titular en primera plana: "Los Cadáveres Sepultados a Escasa Profundidad son un Peligro para la Salud. Los cuervos, cerdos y gallinas los desentierran para luego devorarlos". Y sigue la macabra crónica: “Actualmente en el departamento de Sonsonate y en muchos lugares de Ahuachapán y algunos de Santa Ana la carne de cerdo ha llegado a desmerecerse de tal manera, que casi no tiene valor. Por el mismo camino va la de res y las aves de corral. Todo se debe a que los cerdos comen en grandes cantidades la carne de los cadáveres que en los montes han quedado. La gente, por intimación, se está negando también a comer la carne de res y aves de corral. Desde luego, ellos tienen razón; pero en cambio, esta industria está sufriendo fuertes golpes”. A la oligarquía salvadoreña sólo le preocupaba los “fuertes golpes que estaban sufriendo los empresarios”.
Sheila Candelario, en su obra “Patología de una insurrección; la Prensa y la matanza de 1932”, cita el siguiente comentario: "El alzamiento del 32 dejó profundas huellas en la conciencia de todos los salvadoreños. La población india prácticamente dejó de ser la misma como resultado de la matanza, sobre todo porque de ahí en adelante existió el temor de mostrarse como 'indio'. El idioma, la vestimenta y las costumbres de los indios pasaron a ser formas peligrosas de identificarse y fueron reemplazadas por otras menos evidentes...".

En un esbozo biográfico de la vida de Farabundo Martí, que el escritor salvadoreño Jorge Arias Gómez publicara en Junio de 1971 en la revista Punto Cíitico, dijo “Queremos no sólo rendir homenaje al camarada muerto; queremos contribuir a la difusión de las razones históricas profundas del combate que hoy libra el pueblo salvadoreño y sus vanguardias contra la explotación y la opresión burguesa", dijo Jorge Arias en su introducción.

Farabundo Martí vive hoy en la lucha del pueblo salvadoreño. Revolucionario cabal, patriota de la Patria Grande, salvadoreño, centroamericano y latinoamericano caribeño, Farabundo es un ejemplo de constancia, sacrificio y solidaridad. Allí está él, junto a Sandino, el Che, Bolívar, San Martín, Morazán, Artigas y tantos otros. Es seguro que, en el próximo triunfo del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, se lo verá a él, confundido y alegre con el pueblo salvadoreño, festejando, sonriendo y también dispuesto a comenzar nuevos combates. Porque como bien dijo el poeta cubano: “Y colosal se eleva y borda con mil estrellas Farabundo”.

La insurrección había sido barrida a sangre y fuego, pero la lucha continuó y continua hasta hoy en día..

En 1934 hubo un Complot contra Martínez. Se suicida el Licenciado Mario Vargas Moran. Los fusilamientos de supuestos militares que apoyaron la rebelión se dieron en diferentes cuarteles.
Arrieta Gallegos dio importante declaración. Declaraciones del Dr. Pinto Lima.
En 1936. Por supuesto complot se da el Fusilamiento del Teniente Rodolfo Baños Ramírez. Formaron el Consejo de Guerra para condenar al Teniente Baños Ramírez, los siguientes: General Pablo Paredes Lemus, Coronel Fidel Cristino Garay, Coronel Santiago Ayala.
Suplentes: Teniente Coronel José María Cruz Núñez y Capitán Juan Ramón Munés.

Y la lucha continuo

¡Contra la opresión imperialista!
¡Contra la tiranía de la oligarquía!
¡Viva la Revolución Centroamericana!
¡Por una Federación Socialista de Centroamérica!

2 comentarios:

Javier dijo...

Hola, ¿tienes más información sobre el Licenciado Mario Vargas Morán?; El fué el padre de mi madre y la versión familiar es que lo "suicidaron" en la cárcel. Al parecer una maleta que el prestó fue encontrada llena de armas de fuego y con sus datos en la etiqueta. Fue aprendido y nunca dejaron a mi abuela el verlo más, ni siquiera el cuerpo, por lo que nunca hubo sosiego en la familia respecto de su muerte. Dejó atrás una viuda y tres niños pequeños, uno de brazos, la mayor mi madre.
Si tienes más información sobre el (de cualquier tipo) te lo agradeceré profundamente, de tal suerte que pueda yo hacersela llegar a mi madre.
Gracias de antemano.
Luz en tu vida y ojos para verla.
Javier A. Gámiz, Vargas.

Tony dijo...

Compañero, lamento decirte que la única información que tengo es la que aparece en el blog. Cómo quisiera poder ayudarte.
Hay un historiador que dicen está recopilando datos de la época, su nombre es Carlos Cañas Dinarte.

Un abrazo.