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Qué paradoja. Los ayuntamientos socialistas catalanes están cayendo en la trampa del populismo en año electoral, y lo hacen con una medida que es más propia de la derechona que tanto critican que del progresismo del que tanto presumen. Además, tratan un tanto frívolamente un tema que es complejo y difícil (es lo que tiene el populismo, que no propone nada que no sea simple). Los alcaldes de Tarragona, L'Hospitalet de Llobregat y Salt han solicitado al Gobierno la potestad de vetar la residencia en su municipio de inmigrantes que tengan un comportamiento incívico, sin considerar el arraigo o la reagrupación familiar. Es una variante del contrato del inmigrante que propusieron en su día CiU y PP. Una variante perversa en año electoral.
Yo insisto en mi propuesta, vertida en esta pantalla hace unos días. Negar el permiso de residencia a unos por tener un comportamiento incívico, pero tolerar que otros sigan residiendo en la población todo y ser más incívicos que los primeros no es racional. Tampoco es justo. Lo que vale para unos, vale también para los otros.
Por lo tanto, que se niegue el permiso de residencia a cualquier persona que tenga un comportamiento incívico. A cualquiera, sin distinción de credo, raza, sexo, nacionalidad o arraigo. Porque, a ver, si es bueno expulsar a los recién llegados que se comportan mal, cuánto más necesario será librarse de una vez por todas de los que siempre nos han estado dando la murga y de los que no había manera de librarse hasta ahora. Si es bueno lo primero, es mejor lo segundo. Cualquier persona que no se comporte como debiera... ¡aire! A la calle. Expulsado. ¿A que no hay huevos?
Si uno piensa un par de veces seguidas en este asunto y pone un poco de sentido común en ello, verá que la propuesta es, cuanto menos, temeraria. De entrada, ¿adónde irían todos esos expulsados? ¿Quién los querría? ¿Qué hacemos con ellos? Además, uno sospecha que este tipo de decisiones deberían ser tomadas en un tribunal, no precisamente en un ayuntamiento. En todo caso, la pregunta del millón es: ¿qué puede ser considerado incívico?
Un tipo que bombardea las paredes con pintura no tiene un comportamiento cívico. Tampoco lo tiene el que arma jaleo al salir del bar. El que deja que su perro haga pis y caca en la vía pública es incívico y marrano. El vecino que pone el tocadiscos a toda pastilla bien entrada la noche es un canalla incívico. El que fuma es un desalmado. Un ciudadano que acumula multas de tráfico es claramente incívico. ¡Qué decir de quien hace trampas con los impuestos! Los que van de putas, ¿no tienen un comportamiento incívico? Los ciclistas, qué podríamos decir de los ciclistas... Los propietarios de los establecimientos que no cumplen las normas sanitarias o de seguridad, ¿qué son? Cívicos no son, como tampoco serán cívicos aquellos empresarios que explotan a los inmigrantes sin papeles. Y no hablemos de personajes de la categoría moral de Millet, Prenafeta y compañía. ¿Quién es más cívico? ¿Un español que pega a su mujer o un extranjero que hace lo mismo? Pregunten a la mujer, maldita la diferencia.
¿Cómo se mide el civismo (o el incivismo)? No se mide. Lo único que se puede pedir al personal es que cumpla la ley, y la ley es la misma para todos, y se aplica a todos por igual. Quien la hace, la paga, y punto. Si no es así, debería de ser así. Sea cual sea nuestra opción política, debería de ser así.
Pero, no, no estamos para sutilezas ni pensamos en defender nuestros derechos. Nos vendemos por un plato de lentejas. El populismo es lo que tiene. Para combatir al populismo, ¡más populismo! ¡Más madera, es la guerra! Los partidos abandonan sus ideales y se lanzan a la piscina, asegurando que a populistas no les gana nadie. No han muerto las ideologías, sino que las estamos matando entre todos, y así nos va.
Yo insisto en mi propuesta, vertida en esta pantalla hace unos días. Negar el permiso de residencia a unos por tener un comportamiento incívico, pero tolerar que otros sigan residiendo en la población todo y ser más incívicos que los primeros no es racional. Tampoco es justo. Lo que vale para unos, vale también para los otros.
Por lo tanto, que se niegue el permiso de residencia a cualquier persona que tenga un comportamiento incívico. A cualquiera, sin distinción de credo, raza, sexo, nacionalidad o arraigo. Porque, a ver, si es bueno expulsar a los recién llegados que se comportan mal, cuánto más necesario será librarse de una vez por todas de los que siempre nos han estado dando la murga y de los que no había manera de librarse hasta ahora. Si es bueno lo primero, es mejor lo segundo. Cualquier persona que no se comporte como debiera... ¡aire! A la calle. Expulsado. ¿A que no hay huevos?
Si uno piensa un par de veces seguidas en este asunto y pone un poco de sentido común en ello, verá que la propuesta es, cuanto menos, temeraria. De entrada, ¿adónde irían todos esos expulsados? ¿Quién los querría? ¿Qué hacemos con ellos? Además, uno sospecha que este tipo de decisiones deberían ser tomadas en un tribunal, no precisamente en un ayuntamiento. En todo caso, la pregunta del millón es: ¿qué puede ser considerado incívico?
Un tipo que bombardea las paredes con pintura no tiene un comportamiento cívico. Tampoco lo tiene el que arma jaleo al salir del bar. El que deja que su perro haga pis y caca en la vía pública es incívico y marrano. El vecino que pone el tocadiscos a toda pastilla bien entrada la noche es un canalla incívico. El que fuma es un desalmado. Un ciudadano que acumula multas de tráfico es claramente incívico. ¡Qué decir de quien hace trampas con los impuestos! Los que van de putas, ¿no tienen un comportamiento incívico? Los ciclistas, qué podríamos decir de los ciclistas... Los propietarios de los establecimientos que no cumplen las normas sanitarias o de seguridad, ¿qué son? Cívicos no son, como tampoco serán cívicos aquellos empresarios que explotan a los inmigrantes sin papeles. Y no hablemos de personajes de la categoría moral de Millet, Prenafeta y compañía. ¿Quién es más cívico? ¿Un español que pega a su mujer o un extranjero que hace lo mismo? Pregunten a la mujer, maldita la diferencia.
¿Cómo se mide el civismo (o el incivismo)? No se mide. Lo único que se puede pedir al personal es que cumpla la ley, y la ley es la misma para todos, y se aplica a todos por igual. Quien la hace, la paga, y punto. Si no es así, debería de ser así. Sea cual sea nuestra opción política, debería de ser así.
Pero, no, no estamos para sutilezas ni pensamos en defender nuestros derechos. Nos vendemos por un plato de lentejas. El populismo es lo que tiene. Para combatir al populismo, ¡más populismo! ¡Más madera, es la guerra! Los partidos abandonan sus ideales y se lanzan a la piscina, asegurando que a populistas no les gana nadie. No han muerto las ideologías, sino que las estamos matando entre todos, y así nos va.
Tomado de http://luissoravilla.blogspot.com/
1 comentario:
Todos tenemos derechos, pero cuando se trata de cuestiones migratorias y politicas la cosa se "pone color de hormiga", siempre ha de ser lo mismo.
En cuando a lo del post de la Choly, bueno no es que lo apoye, de hecho jamas he escuchado su programa, pero considere valido mostrar que todos se muestran artos ya de la situacion de violencia de El Salvador.
Un saludo colega.-
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