Por Txanba Payés, poeta vasco-salvadoreño.
¡Aupi! Roque... a 38 años de tu asesinato quería contarte
muchas cosas de las que han pasado en El Salvador, de las que siguen pasando en
ese pequeño país que algunos llamamos, con cariño, pulgarcito de América.
Quería contarte cosas nuestras. Cosas de
guanacos, de salvadoreños que ahora vivimos de la contemplación clandestina y
del exilio. Sin embargo, no me sale nada, sólo me salen estas diáfanas palabras
para contarte con ellas mis broncas personales y colectivas. Para decirte a vos
que a medida que pasan los años estas más vivo, más presente en nuestras
cotidianas vidas. Que los valores por los que vos luchaste tienen más razón de
ser. A pesar de que la realidad demuestre todo lo contrario, ya no sólo a los
salvadoreños sino a todo el mundo. Los gringos siguen jodiendo a todo dios,
antes eran vietnamitas, hoy asesinan a iraquíes, afganos, etc.
Te descubrí con un pequeño libro que decía
algo de Mía junto a los pájaros y con La
Ventana en el rostro no entendí porque el cristal me
pegaba en la nariz. Con El Mar me fui huyendo para sacrificar los peces
que buscaban mis manos. Te leí en El turno del ofendido en Los
Testimonios, Poemas, Taberna y otros lugares y en Los
pequeños Infiernos me entregué a la concupiscencia manual y a las posturas
acrobáticas del amor. Me rompí las neuronas con El intelectual y la sociedad,
y me exorcice con Revolución en la revolución y la crítica de la derecha.
Aprendí a leer la historia de los obreros y campesinos salvadoreños con tu Miguel
Mármol y los sucesos de 1932 en El Salvador, y Las historias prohibidas
del Pulgarcito, me mostraste la otra cara de la moneda de nuestra historia.
Mientras que con tu novela me esforcé por no convertirme en un Pobrecito
Poeta que era yo. Mientras acariciaba el néctar bicéfalo de Los Hongos,
volví a leer Un libro levemente odioso, y con el tiempo Contra ataque
para salir corriendo del pulgarcito de América y exiliarme a escribir mis
tonterías que nadie lee.
Casi todos tus libros tienen algo de culpa de
ser lo que soy, un escribiente de groserías literarias malsonantes. Tus versos
fueron los que me invitaron a plasmar en el papel los míos. Aunque viviera de
los cristales rotos y me comiera unas cuántas iguanas en la calles de San Salvador,
siempre tenía algún poema tuyo rondando mi memoria. También tus versos fueron
los que me iniciaron en el dialéctico camino de las tormentas clandestinas y
guerrilleras.
Con tus poemas hice canciones, las canté –y
las canto- en los sitios que me invitan. Antes de cantar tus poemas... explico
porque la música se insinúa así, dicho de otra manera, porque suena así, y
porque tiene ese sentimiento, ya que tus poemas son cabales expresiones del
pueblo salvadoreño, y, además tus versos, denuncian. Aunque te confieso que
canto tus versos para romperle el culo a Villalobos. Es mi manera de decirle
que vos estás en la historia y que él no. A él se le recodará –se le recuerda-
como el hombrecillo pueril que se lanzo a los brazos de los gringos y de la
burguesía salvadoreña. Son ellos los que le financian, le pagan por vociferar a
los cuatro vientos las mentiras que le dictan los dólares, y con eso,
desacreditar la lucha por la que vos viviste y escribiste.
Sus palabras hoy suenan más a mentira. Hoy
Joaquín Villalobos tiene la voz y la semblanza de un asesino, tu asesino. Hoy
anda jugando a ser amigo de ellos. Muchos salvadoreños creemos que siempre lo
fue, un pequeño burgués y revolucionario de cafetín, nunca se olvida de donde
viene. Vamos, que es por lo que a vos te acusaron y te asesinaron tus propios
compañeros el 10 de mayo de 1975 de que eras de la
CIA. Sin embargo, y pasado el tiempo, él,
Joaquín Villalobos es el que recibe las bien alabanzas de los gringos y de la
oligarquía salvadoreña. Por fin dijo donde escondieron tu cadáver, por fin.
Curiosamente dejaron tu cuerpo en el playón, que es el mismo sitio donde los
escuadrones de la muerte, dejaban a todos los que ellos torturaban y
asesinaban.
Han pasado ya, 38 años de tu muerte, y como dice
tu amigo Eduardo Galeano siguen abiertas las venas de América latina. Aunque en
el Sur la realidad está demostrando que esas venas se pueden ir cerrando de a
poquito a poco. En tu memoria te escribo esta carta, para quien quiera te la
lleve y vos nos digas de donde estés que Oh, amigos,/ es duro ver matando a
los que descansan en paz,/ es más grave que quedarse solo/ sabiendo que uno no
sirve ni para que lo maten!
El Salvador será un
lindo y (sin exagerar) serio país. Roque Dalton.
El aniversario ha sido actualizado con el permiso del autor. Para ver el original, pincha aquí: http://txanbapayes.blogspot.com.es/2007_05_01_archive.html
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